Un estudio de la gestora cultural, docente y poeta Margarita Bustos
Palabras clave: teoría queer, discriminación, lesbianismo, subalternidad, disidencias sexuales, escrituras, lesbofeminismo, sexualidad.
Resumen: La novela Coyhaiqueer instala los nudos del ser gay, lesbiana, queer en un territorio al sur del sur, lejos de la urbe capitalina y durante la dictadura militar en Chile. Tornarse visible y contestatario/a/e, siendo fiel así mismo/a/e en una provincia cuyas violencias geográficas, climáticas y de aislamiento se unen a las violencias simbólicas, de silenciamientos/mordazas sobre los cuerpos y sujetos identificados como subalternos, disidentes, raros, queer. Esta auto-ficción de la escritora Ivonne Coñuecar (coyhaiquina) visibiliza las disidencias sexuales en lengua sur y cómo operan las tecnologías de subjetivación y subalternidad en estas latitudes.
Introducción: Coyhaiqueer, cuerpo, territorio y deseos disidentes:
La escritura comprendida como ejercicio de poder, debe ser mirada y decodificada también desde la diferencia sexual, ya que como lo explica Jean Franco nuestras posibilidades del decir(nos) como sujeto(s) requieren de una serie de mecanismos para descorrer las mordazas, poder acceder a ser escuchadas/leídas por quienes han hablado por nosotras siglo tras siglo, un sistema falogocéntrico que estructura el Logos remarcando la desigualdad y la diferencia sexo-genérica hacia el lugar de lo femenino desde la falta (carencia), por ello debemos descentrar el lenguaje, escribiendo a partir de los bordes con una lengua sur decolonialista, en un ejercicio consciente, intentando darle voz a aquellos sujetos que han estado en el lugar de lo innombrado, como ocurre con las identidades lésbicas, devenires queer en la performatividad del género.
Ivonne Coñuecar, autora de la novela Coyhaiqueer, relato situado en la década de los ’80 y ’90 en Coyhaique (sólo un par de capítulos se ubican fuera, en Santiago y Valdivia) Nació en 1980, vivió su infancia y adolescencia en esta provincia junto a amigos que inspiraron a los cuatro protagonistas: Elena, Jota, Oscar y Mateo, corporalidades en fuga, marcados por la diferencia de sus deseos, de sus ideas políticas, de las fiestas con música anglo pop, new wave y la experimentación adolescente en un espacio viciado por los silencios, el vigilar y castigar instalado en cada una de sus calles y el viento patagón, catabático a veces, anabático otras, persecutor en la heteronormatividad y su panóptico asociado a la familia, la educación y el Estado (dictadura militar pinochetista). La autora nos dice: “Constantemente me pregunto qué es una mujer, considerando los diversos lugares de referencia que me convocan: como migrante, como mapuche, como escritora, como lesbiana, como patagona, todos lugares con significaciones que no puedo jerarquizar; constitutivos, ninguno menor, todos amplios, complejos, en diálogo y disputa, de límites porosos, de resistencia y lucha. (Coñuecar, 2018)
Las teorías queer intentan cambiar el sentido de la injuria, desestabilizar aquellas identidades sexo-genéricas representadas, vistas, instaladas como fijas y subalternizadas a los mandatos de un sistema heteronormativo que rige los cuerpos y sus deseos en pos de la productividad y reproductividad, que desde el siglo XVIII idea y mantiene la policía de las familias en asociación con el Estado, el Sistema Educativo y la Religión, desplazando al espacio (imaginarios) de lo abyecto a todo sujeto/a que modifique o desestabilice estas prácticas y deseos, traspasando la sexo-afectividad de las fronteras aceptadas socialmente. En cambio las identidades queer asumen las marcas (precio) de la transgresión: discriminación, estigmatización social, vulneración sistematizada de derechos.
La protagonista de la novela, Elena nos hablará de los temas tabú en la sociedad chilensis de los años ochenta y noventa, y que aún hoy continúan como temas a susurrar bajo una serie de prejuicios, tales como: el VIH, el exilio, la militarización de la Patagonia, el suicidio, el mundo homosexual y lésbico, la experimentación adolescente con las drogas, el clasismo, el desarraigo impuesto por un país centralista y de loca geografía. Y desde esta territorialidad corporal/Coyhaiqueer experimentará no sólo los primeros deseos, también los primeros rechazos, castigos y persecuciones públicas, en ausencia de referentes bajo una Educación castradora del erotismo, alejadísima de las demandas actuales por una educación sexual integral. Para Elena, el mundo de Jota y sus fiestas rebelarán que son posibles otras prácticas, construir otros imaginarios, aunque siempre en la noche, al margen. Deconstruir las exclusiones (vulneración de derechos) que aún dos décadas después siguen operando cotidianamente en Coyhaique, Arica, Santiago, que traman dentro de una novela (ficción) y fuera de ésta en las calles, una esquina, parque, espacio laboral obedece a que intentemos repensar el binarismo sexo-genérico y las violencias que lo sostienen. En Testo Yonqui, Paul B. Preciado señala que: “No hay dos sexos, sino una multiplicidad de configuraciones genéticas, hormonales, cromosómicas, genitales, sexuales y sensuales. No hay verdad del género, de lo masculino y de lo femenino, fuera de un conjunto de ficciones culturales normativas”. (Preciado, 2008:183)
Si los padres, las madres, o los/as profesores/as, vecinos/as cuestionaran la heterosexualidad obligatoria y las relaciones de producción capitalista asociadas a ésta a partir de la teoría queer, en la novela tal vez Oscar no se hubiese suicidado por tanta homofobia y el estigma de portar VIH, Jota no tendría que abandonarlo todo en el desarraigo más feroz impuesto por los coyhaiquinos que lo discriminaban por tener SIDA (en esa época se hablaba de contagio, hoy se comprende el VIH desde la transmisión de un virus), Elena tampoco hubiera huido con tal rapidez hacia Valdivia, o quizás sí, pero anhelaría regresar. El año 2019 las cifras de suicidio en la XI Región no serían una de las más altas del país junto a los casos de suicidio por bulling homo y transfóbico en la Región de O´Higgins.
En el último capítulo de la novela Coyhaiqueer, la narradora protagonista nos dice:
“La llamamos la capital, Macondo, Ítaca, Twin Peaks, Coyhaiqueer. Nos quedamos con este último nombre, nos enorgullecíamos de nuestras diferencias. No sería nunca más un lugar silencioso donde ocurriera la vida a escondidas, armando y desarmando como un rubik, hasta dar con el color que encajara…”[…] “Había días en que el tiempo se detenía, íbamos a la Piedra del Indio, y si no hubiera sido porque el río seguía su curso, hubiéramos pensado que nos habíamos muerto o que estábamos congelados. Era tan fácil estar muerto o congelado en el fin del mundo. Intentábamos decir asuntos que solo con los ojos se podían decir, aprendimos a sostener el silencio, sobre todo cuando estábamos en la Piedra del Indio, tan cerca de resbalar y despedirnos. El viento llegaba con tal intensidad que apenas nos escuchábamos Seríamos infinitos y jóvenes, bailando borrachos recorriendo las madrugadas, preguntando dónde seguimos; mirando amaneceres en los miradores con los ojos adoloridos y riendo por cualquier cosa. Ese lugar que llamábamos ciudad porque queríamos que fuera una ciudad, y deseábamos crecer sin crecer, y sentir que habría alguien para atajarnos, y alguien en casa cuando decidiéramos regresar. Y hubo tantos ojos que aprendimos a mirarnos hacia adentro, entonces yo supe y me atreví a desear a una chica. Marqué mi posición. Marcamos nuestras posiciones (…)” (p. 136)
Tecnologías de subjetivación y subalternidad en la novela CoyhaiQueer:
Comprender la literatura como una articulación de significantes al servicio de la producción de sentidos para diferentes lectores/as – con una palabra que asume modalidades discursivas- que por una parte intentan desenmascarar las representaciones canónicas, recuperar la ausencia de quienes históricamente han sido/estado omitidos (al menos en la literatura nacional) o los personajes cuyos deseos homoeróticos fueron representados sólo desde el mundo delictual, o en la marginalidad de territorios periféricos (Cárcel de Mujeres de María Carolina Geel, El lugar sin límites de José Donoso, Tengo Miedo Torero de Pedro Lemebel, entre otros). Voces soterradas bajo tecnologías (dispositivos) discursivas y por ende de representación/acción que se (des)articulan en entramados de subjetivación individuales y colectivos. Ivonne Coñuecar construye a través de la diégesis un mundo literario cuyas reglas narrativas en este caso se ambientan en un tipo de mundo cotidiano, empleando una narradora protagonista (Elena) que a veces aparenta adquirir una focalización interna de narradora testigo, pero que vuelve constantemente a relatar y recordar (raccontos, flash back, elipsis) los acontecimientos de su vida, y las de Jota, Oscar, Mateo junto a sus respectivas familias. Los acontecimientos se centran en una historia que posibilita a los sujetos silenciados o excluidos de la historia oficial, acceder a los universos de los representados (imaginados), salir de la marginalización y generar un discurso desde la subalternidad rebelde, cuyas insurrecciones son completadas por un lector/a activo/a que imagina cómo continuarán las vidas de quienes escaparon de Coyhaiqueer y/o sobrevivieron a la infancia/adolescencia en dictadura cívico militar y dictadura heteropatriarcal. A través de los catorce capítulos que conforman la novela observamos diferentes situaciones de subalteridad política y social, con decisiones cruciales para que los personajes sean fieles o no a sus disidencias sexuales, a los pactos de la amistad y los secretos exacerbados por los ojos vigilantes y castradores de un sistema/territorio. Asistimos entonces, a un marco de lectura que va a determinar que los personajes y sus acciones se centren en ese yo-nosotros y que, en tanto lectores- receptores, debamos asumir a ese yo individual o colectivo desde la (auto)identificación, negacionismo e interpelándoles a través de las páginas.
“A los padres les incomodaba lo que no era dicho, tanto como a nosotros lo que no nos decían. Pensar en la homosexualidad era simplemente descabellado. A los únicos que se les permitían tales comportamientos, con abierto y declarado desprecio, era a los peluqueros, que linda, que la tintura, que los visos, que el brushing. Y si alguien confesaba la vergüenza era insostenible, llamaban al psiquiatra, al cura o los enviaban a vivir fuera, una beca moralista, cualquier cosa para esconder el proyecto fallido, porque se volvería contagioso y mortal, que había una operación que decía alguien, y otro, que la fe mueve montañas. No había familias ni padres que entendieran, simplemente éramos la mosca que caía en la sopa y no había devolución. Nosotros nos atrevimos, no lo planeamos. Si me gustaba alguna chica, miraba.” (p.23)
“Nos enamorábamos cada noche que salíamos, uno y dos chicos en cada paseo de la ciudad, en las vacaciones jugábamos cuando regresaban los universitarios, cuando llegaban los turistas. Nos enamorábamos y nos olvidábamos de los nombres, algo solo de nosotros (…) Deseábamos besar, para dejar de sentir sed entre tanta montaña y viento, para calmar la angustia porque comenzamos a tener una cuenta regresiva, porque no podíamos vivir ahí”. (p.25)
Observamos la tematización de otras formas de subalteridad, ya sea desde la perspectiva de reivindicación de esas voces, o sólo desde la denuncia. Sujetos sociales, poseedores de una carga contestataria, Jota y su desenfado diurno y nocturno por las calles de Coyhaique, Elena y sus miradas deseantes dentro y fuera del Colegio de chicas, se hicieron escuchar desde el espacio subalterno en el que habían permanecido oprimidos y señalados.
Si como afirma Preciado, citando a Monique Wittig, la heterosexualidad es ante todo, un concepto económico que designa una posición específica en el seno de las relaciones de producción y de intercambio como transformación en plusvalía de los servicios sexuales, de reproducción, cuidado de los/as hijos/as realizados por las mujeres y no asalariados históricamente (Preciado, 2008: 95). Entonces, efectivamente, la heterosexualidad, merced al desarrollo capitalista está llamada a convertirse en una estética farmacopornográfica entre otras (Preciado, 2008: 98).
Según este razonamiento, Wittig concluye, en su polémico e influyente “No se nace mujer” (1981:31) que la disidencia del régimen heterosexual puesta en marcha por las lesbianas, representa la ocupación de una posición de sujeto que escapa tanto a la dominación heterosexista como a las categorías de sexo que definen las fronteras de las categorías sexuales y de género. En su ensayo El pensamiento heterosexual, en fuga ante la heterosexualidad obligatoria y a la dominación masculina, la identidad lésbica se sitúa más allá, desde este punto de vista para ella, las lesbianas no son mujeres, desestabilizan y se encuentran fuera de esta categoría, “pues el sujeto designado (lesbiana) no es una mujer ni económica, ni políticamente, ni ideológicamente”. (Wittig, 1981:44)
De esta forma, Wittig desafió al feminismo tradicional, al poner en práctica una desnaturalización radical de las categorías sexuales. Desnaturalización que profundiza en la línea de las reflexiones de Beauvoir, que plantean una crítica de la heterosexualidad en tanto régimen político. Podemos señalarla entonces como la primera variación queer de la obra pionera de Beauvoir, no se nace mujer, ni hay que llegar a serlo.
La noción de identidad se constituye siempre en campo tensional abordándose en relación al poder y comprendiéndole desde una perspectiva interseccional. Identidad y diferencia se conjugan en concretas condiciones de enunciación socio-histórica:
“Al morir Tomás, Jota quedó solo y con una gran herencia que era lo que interesaba para el chisme (…) Se sabía que era desviado, maricón, cola, que a algunos les quedaba mejor pronunciar eso que decir homosexual. Al pronunciar homosexual se tomaba conciencia de algo que no querían conocer. No se hablaba del tema, se sentían insultados cuando Jota les enrostraba su hipocresía, porque sabía que no se trataba tanto de su condición sexual, sino que les daba curiosidad la herencia, entonces todos los tonos se calmaban, y nuevamente se contaba la tragedia. Pobre chico decían, tan solo que quedó.
(…) Oscar quiso parecerse a Jota, había visto en él la libertad y quiso tocarla. Quiso ser él, quería estar en él y se atrevió. Se atrevió a todo con Jota, a que lo hiera, a perder el miedo, a exponerse, a que los apuntaran con el dedo, a que se rieran porque eran afeminados. De pronto Coyhaique se volvía un lugar cómodo porque había algo en la música y algo en el tiempo que pasábamos juntos. Incomodábamos esa era la mejor parte.” (p. 35-36)
Desde una de las epistemologías queer para combatir la carga del sistema binario, y todos sus efectos de exclusión, Judith Butler nos invita a apostar por la difusión y las estrategias de visibilidad de las disidencias, ello en relación a los ideales que regulan la producción de los cuerpos. No le importa mucho el privilegio de un punto particular de resistencia al sistema heteronormativo (como la construcción de “la lesbiana” en la obra de M. Wittig) Observamos e interactuamos con subjetividades que reclaman, que se posicionan desde sus cuerpos, deseos y géneros (Butler, 2001: 41). Ese punto de partida lugar no es otro que el cuerpo sexuado, considerado en su más “estricta” materialidad. Así pues, para Butler, es necesario cuestionar, además: cómo y por qué la materialidad se ha convertido en un signo de irreductibilidad, esto es, cómo es que la materialidad del sexo se entiende como portadora de construcciones culturales y, por consiguiente, no puede ser una construcción (Butler, 2002: 54)
Al visibilizar las disidencias sexuales y de género, asumir/vivenciar espacios de fuga a través de la materialidad de estos cuerpos en los diferentes espacios cotidianos, reviste inmediatas reacciones violentas (a mayor visibilidad de los grupos históricamente excluidos mayores son las estrategias de control y docilización para “retornar al orden”) discriminación social, generando victimización al negar igualdad de oportunidades, derechos civiles en los diferentes espacios (laborales, educativos, comunitarios, etc.)
“Suicidarse era un ejercicio que a nadie extrañaba, con los años se había convertido en una de las formas más probables de morir en la Patagonia. Para escapar rápidamente de esos cerros, de esa mirada perdida, del trance del viento, de la ausencia y del aislamiento, como si ya no fuera suficiente vivir en el fin del mundo, éramos el orgulloso fin del mundo” (p. 23).
Ante la búsqueda y anhelo de cómo se visibilizan las disidencias sexuales en lengua Sur, comprendiéndolo desde una perspectiva geopolítica decolonialista, y por supuesto aludiendo al espacio geográfico patagónico de la novela Coyhaiqueer, pienso también en el trabajo de Valeria Flores, La intimidad del procedimiento. Escritura, lesbiana, sur como prácticas de sí (2016) donde nos sitúa en la sospecha y la escritura como metodología para investigar quiénes fuimos y quiénes somos, comprendiendo el gesto del lenguaje sobre un soporte como el proceso de (de)construcción del yo y sus imaginarios sociales/culturales. Insta a despojarnos de las certezas, ya que al pensar (nos) lesbianas nos encaminamos a los balbuceos de un lenguaje que se encuentra distante (entendiéndolo desde una perspectiva falogocentrista) por lo tanto, se debe sospechar de éste, de nuestra lengua materna mestiza heredada de una historia colonialista. Nos invita a intentar desarmar los automatismos del cuerpo, las geografías deseantes habituales, ir más allá de la politización de la identidad sexual para serpentear en la díscola lengua lesbiana como estrategia de subversión a la lengua recta y viril dominante. Comprender la escritura, sus gestos y prácticas como una operación pragmática del pensar y el hacer(nos) por medio de una gramática del sentir desde el sur.
Reflexiones finales:
A través de la novela Coyhaiqueer accedemos a la representación de identidades que cuestionan al sistema hetero y cisnormativo por medio de tecnologías de subjetivación y subalternidad en rebeldía desde las geografías del deseo, personajes que accedan a fragmentos de voces y corporalidades cuestionando las violencias heteropatriarcales y del binarismo de género, empleando metodologías para hablar desde el trauma, decisiones de Elena, Jota, Oscar, Mateo, Mariana, que espejean, desaparecen, se fugan hacia las décadas siguientes, hacia otras latitudes de nuestro territorio y sus locas geografías. Entran en diálogo con las demandas actuales ante una sociedad homo, lesbo, transfóbica, por ejemplo en Chile el 09 de julio se conmemora el día de la visibilidad lésbica, donde se exige justicia para Mónica Briones, asesinada en 1984 (crimen lesbofóbico aún impune) a metros de Plaza Italia, centro neurálgico de marchas y reivindicaciones sociales en Santiago de Chile, para Nicole Saavedra (golpeada, violada y asesinada en 2016) y varias otras compañeras lesbianas, golpeadas o asesinadas porque en su expresión de género camiona se les notaba la disidencia. El que tenga que existir un día contra la homo, lesbo, transfobia el 31 de mayo o que salgamos a marchar y recordar las violaciones sistemáticas a los derechos humanos LGBTIQ+ en el mes del Orgullo gay.
Movilizar el mapa y nuestras actuancias en los territorios sociales, geográficos y corporales que nos habitan. Siempre en diálogo con el contexto socio histórico actual, en este caso la derechización y el conservadurismo en América Latina. La escritura como un ejercicio subversivo que posibilita construir(se) en una experimentación con las palabras y sus representaciones, darle voz a aquellas identidades que han estado en el lugar de innombrado o en las fronteras del decir.
La poeta, narradora y socióloga Ivonne Coñuecar no sólo ha generado una auto-ficción, ha puesto el hablar, el cuerpo y sus performatividades en la escritura confiando en “Ensayar la construcción lesbiana como potencia poético-política de una fuerza antagonista en el marco del capitalismo cognitivo actual, con las complejidades y tensiones que plantean las múltiples filiaciones de clase, racial, geopolítica, etaria, capacitista, generacional, y que marcan encrucijadas a resolver situadamente.” (Flores, 2016: p.241).
Los dispositivos queer operan en sus montajes y desmontajes movilizando las categorías sexo-genéricas, poniéndolas en abismo sus hablas y las corporalidades de quienes comprenden la performatividad como subversión de las tecnologías del yo; relaciones de poder entre los individuos que, además, vinculan los elementos de verdad, los juegos de verdad como elementos agentes y gestantes de la realidad para comprender las tecnologías de subjetivación y subalternidad.
Bibliografía:
Butler, Judith (2001). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós
Butler, Judith (2002) Cuerpos que importan, sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, trad. Alcira Bixio. Barcelona: Paidós
Coñuecar, Ivonne (2018) Coyhaiqueer. Santiago: Ñire negro Ediciones,
Coñuecar, Ivonne “8M: Inevitable e inextinguible” El Desconcierto (diario online: https://www.eldesconcierto.cl/2019/03/17/8m-inevitable-e-inextinguible/)
Flores, Valeria. “La intimidad del procedimiento. Escritura, lesbiana, sur como prácticas de sí”. Badebec, Volumen 6 N°11 (2016): 230-249
Preciado, Beatriz (2008) Testo Yonqui. Madrid: Espasa Calpe.
Wittig, Mónique “No se nace mujer”, El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Feminist Issues 1, N°2, invierno (1981): 31-44
La autora de este estudio: Margarita Bustos Castillo es docente, poeta y gestora cultural. Diplomada en escritura creativa en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Egresada del Magíster en Género y Estudios Culturales de la Universidad de Chile. Algunos de sus poemas han sido publicados en las Revistas: Buenos Aires Poetry, La Primera Vértebra, Liberoamérica, Mal de ojo, Trilce, Valpoesía. Cine y Literatura. Ha participado en Encuentros literarios nacionales e internacionales en Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador y Uruguay. Imparte talleres literarios de escritura creativa, poesía y memoria. Además artículos de crítica literaria y reseñas sobre poesía chilena y latinoamericana contemporánea se pueden encontrar en Revista Trece mirlos, Letras mysite, Mal de ojo, entre otras. Es miembro de la Academia Gloriense de Letras (Sergipe, Brasil). Forma parte del equipo organizador del Encuentro Poético Internacional Pájaros Errantes. Co-directora del Ciclo de Literatura de mujeres: Versadas. Organizadora del encuentro Poético Musical: Colusión Poética y La Ciudad de las mujeres Traducida parcialmente al rumano y portugués.
Libros Publicados
“Maldigo el paraíso de tu abandono” (Editorial Puerto Alegre, Valparaíso 2011)
“Eros en la Lengua” (Punto de Luz ediciones, Rancagua 2015)
“Existencial (es)” (Marciano Ediciones, Santiago, 2017)
“Desde la herida” (Signo Editorial, Santiago, 2022)
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