LA ADOPCIÓN REDENTORA EN LOS INICIOS DEL PRIMER MILENIO

Una contribución desde La Paz, Bolivia, del Profesor Fernando Flores.

La evidente oquedad que ha mostrado la historia del progreso educativo en nuestro conturbado mundo fue la acción samaritana, altruista y esforzada de los primeros educadores cristianos que han demostrado, a lo largo de dos siglos y en una época lóbrega y violenta que accionó ni más ni menos el gobierno imperial Romano de entonces; sin embargo, tal fue el protagonismo de la iglesia primitiva que salvaguardó la esencia y objetivo que tiene la educación en su esencia que en general no es sino el de REDIMIR al ser humano.

La civilización Romana, en su momento más álgido de su poderío militar, configuró cierta desaforada tratativa legal a los niños y niñas de ese entonces. Los legisladores romanos abrazaron la idea de filósofos griegos como Platón y Aristóteles, y esto es un dato curioso y turbio, puesto que los niños y niñas que eran rechazados del núcleo familiar por motivos que permeaban la raza, la herencia o la economía familiar, podían ser ahogados sin más ni menos, así también el aborto era una decisión legal sin precautelar la vida de la madre gestante, ya que para este uso autorizaban la rudimentaria práctica de extraer al feto con un gancho de bronce.

A pesar de todo lo inaceptable de estas inhumanas acciones, la adopción era otra elección que había en la legislación Romana, aunque tenían otro sentido para las familias del Imperio ya que solo adoptaban por capricho político como es el caso de la continuidad del linaje, en cuestión de solo adoptar niños,  o la relación de paz con familias o realezas peleadas para apalear las asperezas que en algunos casos tenían una extensa historial de odio y malos entendidos que pudieran resolverlo adoptando niños del bando contrario; A pesar de todo, no tenían ninguna motivación e interés de cuidado y amor hacia los adoptados. De acuerdo con este segmento historial  resaltamos que los niños y niñas que no eran adoptados por la sociedad Romana tenían un aciago destino sea para fines esclavistas o en el peor de los casos para las niñas ser insertadas en la prostitución comercial que era un negocio muy lucrativo para el ciudadano romano de ese entonces y lamentablemente de ahora también: Es en ese sentido que en el momento y lugar llega la iglesia cristiana  primitiva  con un actuar protagónico que era el de salvar al huérfano de esa suerte horrorosa que no se puede imaginar ser humano que podría sufrir un niño o niña. Estos señores, que eran seguidores de Cristo, asumían problemas gratis con el hecho de adoptar a la niñez rechazada del imperio. Cabe expresar que las niñas eran las más rechazadas por la sociedad de ese entonces lo cual no era impedimento a los que asumían el prolijo mensaje del apóstol Pablo que animaba a sus conversos diciendo “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Romanos 8:15.

¿Qué reto o aforismo directo nos ha dejado los primeros cristianos a la comunidad docente de nuestro siglo? Las condiciones de guerra han cambiado en comparación con la época romana; pero el enemigo sigue siendo el mismo para el docente de educación regular. A pesar que la Unicef define que todo niño y niña es aquel que tiene menor de 18 años siendo, es lamentable expresarlo, que los derechos de las mismas siguen en detrimento de la comunidad infantil y adolescente. La aniquilante máquina al que llamamos “dinero” es el pivote excusable que sigue provocando a la educación de hoy en pecar por omisión la prioridad educativa del niño y niña de ahora. Las estadísticas arrojan resultados que hieren cualquier discurso político que tiene la intención de mejorar el núcleo de la humanidad. En resumen, estos números llegan a las siguientes  conclusiones tentativas: expresa que la familia humana sufre la ausencia de los padres hacia sus hijos, realidad que se va naturalizando sea por la profética sentencia que alguna habló el escritor el Eduardo Galeano al decir que ahora las “computadoras son las que programan al ser humano”; como también evidencian falta de respeto ingente hacia la mujer que eclosionó un término de moda llamado “feminicidio”, la paciencia hacia el género femenino nos lleva a un laberinto de racionalidades e irracionalidades que lo único que hacen los gobiernos más afectados es taparlo con más leyes anti feminicidas. Se expresa también, que los niños y niñas de ahora tienen por nodriza a dispositivos que le abren a esa “peligrosa” autopista llamada internet sin tutor o almirante responsable que les ayude a no naufragar. Y que decir de la falta de paciencia hacia los niños y niñas que a tal punto va apuntalando en los medios informativos el término “infanticidio”, y muchos números más que con lo expuesto inferimos que el enemigo es ese alguien que tergiversó el valor del ser humanó en el Imperio Romano. ¿Cuál entonces el reto para el profesor de ahora, que hace de puente entre la familia y la sociedad? Obviamente, es el SALVAR a esos niños, es el de adoptarlos, REDIMIRLOS. Tarea titánica.

El niño y la niña nace, según estudios psicológicos, con la predisposición a la mímesis, es decir a la imitación, y toda imitación es a base de confianza. El niño y la niña tiene a la predisposición de CREER EN ALGUIEN. Es ahí donde, hablando desde el macabro contexto de la ausencia de los Padres en la familia, el profesor asume directa o indirectamente “una empresa sagrada”, un patrón a quien imitar, según en las palabras de la escritora Elena White. No podemos evitar esa responsabilidad, en especial a los que ven más allá de esta profesión una vocación que les molesta día y noche. Entonces cabe recalcar que en la historia de la pedagogía muchos fueron los intentos en instaurar la panacea educativa, sufriendo con parsimoniosa solemnidad sus reformas, contrarreformas, modernas, contemporáneas tratativas pedagógicas que tuvieron un asidero esporádico y ni me imagino las que llegarán hasta que nuestro mundo llegue a un inminente punto final de la historia humana. Es indudable que en estas etapas de la historia pedagógica ha existido equivocaciones que en el transcurso de los años se han ido mermando de manera paulatina, claro está que, en algunas, esos momentos dados en los hitos de la historia, también se han empeorado; en ese sentido cabe preguntarnos de manera aguda ¿Cuál es la respuesta o el instrumento que debe manejar el Docente de ahora? ¿Cuál es el arma que debe llevar el profesor de estos tiempos en donde el niño y la niña están huérfanos de toda protección fundamental? Puede ser que la respuesta suene como un periplo religioso sonado a lo largo de nuestra existencia; sin embargo, no hay otra, y todo se resume en esa orden, ni si quiera es una sugerencia que expresa “Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino del cielo pertenece a los que son como estos niños” registrada en Mateo 19:14. Orden que abrazaron los seguidores de ese Gran Maestro actuando como primeros profesos cristianos hicieron con las criaturas de la tal Roma Imperial la adopción de esos desprotegidos. Añadiendo que esta loable labor no tiene la soledad de asumir las equivocaciones de la sociedad y claro está también sus exageraciones, no buscaban una aplicación doctrinaria, solo buscaban salvarlos.

Todos los ismos en materia educativa han tenido su intención de calibrar al niño y la niña para los fines productivos de su época, algunos con éxito y otros sin nada de resultados, y así pasa la historia sin darnos cuenta, en la mayoría de las aulas, que la respuesta está en el mandato de ver más allá de un cuaderno pedagógico.

En muchos momentos de la historia educativa se ha tomado caminos equivocados que han eclosionado en un rechazo masivo de la comunidad estudiantil y en algunos adultos en actitudes de repelencia hacia la pedagogía gobernante. No hubo los profesores acertados. Bien cita el nobel escritor Gabriel García Márquez a Bernard Shaw: “desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela” juicio de valor que hiere e impresiona a la vocación de enseñanza regular. Sin embargo, la historia de la educación no termina aquí, todavía, muchos estudiantados encontraron las luces para encaminarse para ser un hombre de bien, cosa que estamos en crisis álgida en nuestros tiempos por la falta de un norte gubernamental hacía el respecto.

Para concluir y citando una vez más al ya citado escritor García Márquez conocido por su nóvela magna “Cien años de soledad” cuenta que, a sus 23 años, por los años 1950, siendo todavía un universitario desertor de la carrera de Derecho, asume la osadía de acompañar a su señora Madre para vender la casa de su infancia en su pueblo natal de Colombia llamado Aracataca. Osadía porque no era tarea fácil observar y palpar ese inmueble o esas paredes que fueron alguna vez el refugio de maravillosas vivencias familiares y que de pronto debían ser dadas a un incierto destino. Fue entonces en ese lapso del camino a esa venta que vislumbró de manera furtiva una casa que se le quedó en la memoria en donde él da por testimonio con las siguientes palabras: “Pasó como una exhalación la casa de los maestros adventistas, con su jardín florido y un letrero en el portal: The sun shines for all”. Ahí estaba un joven que sacando la conjetura de entre líneas de su memoria el joven Gabo pasó por el lugar de profesores a ser partícipe remoto de una alternativa de vida, y que cerca estaba de esos maestros con la luz en la mente y en la mano listos para impartir a sus estudiantes las lecciones redentoras, que cerca estaba un talento, y que cerca están nuestros estudiantes que con un lenguaje no verbal y en cada momento de interesantes clases  nos dicen que los adoptemos para ofrecerles la esperanza de un mañana mejor.

Breve reseña del Prof. Flores Mamani Fernando Santos: Nacido el 1ro de noviembre de 1978 en la ciudad de La Paz, cursó su educación regular en el Instituto Adventista “Los Andes” de la ciudad de La Paz Bolivia. Estudió la carrera de Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés y paralelamente estudió para ser docentes en la Escuela Normal Superior “Simón Bolívar” en la especialidad de Comunicación y Lenguaje. Le gusta la lectura narrativa y lírica, como también la investigación académica de la misma.

Los jichis reciben a Ignacio Tomichá Chuvé

María Pía Franco y Claudia Vaca.

Una de las voces más lúcidas y comprometidas de la cultura chiquitana monkóx, de la Santa Cruz y la Bolivia profundas, donde están las raíces y las fibras más íntimas de la identidad de una sociedad…, una de esas voces, de las pocas que quedan, ha partido intempestivamente.

Nos referimos a Ignacio Tomichá Chuvé, nacido en Naranjito, allá entre los latidos de San Antonio de Lomerío (1985), de abuelos y padres hablantes de bésɨro. Sus estudios escolares los hizo en la comunidad de Monte Verde y cursó intermedio y medio en Concepción. Tras graduarse en Ciencias de la Educación por la UAGRM, trabajó muchos años como profesor de bésiro en el Centro de Investigación Histórica y Pueblos Indígenas, inicialmente en Humanidades y luego a cargo de la Facultad de Ciencias Jurídicas. Pudo consolidar su vocación investigadora en el curso de Lingüística Descriptiva para maestros indígenas coauspiciado por la carrera de Lenguas Modernas y Filología Hispánica de la misma universidad y estaba por defender su Maestría en Derechos Indígenas y Desarrollo, para la cual había elegido indagar en la situación del bésiro chiquitano y las variantes monkóx de diez comunidades de Lomerío.

En este trabajo reunió evidencias sobre la situación crítica de las escuelas y la transferencia del conocimiento, la tradición y la lengua de su pueblo, así como también proponía respuestas viables desde la autonomía de recursos y la descentralización educativa, con enfoque en el fortalecimiento del profesorado y el reconocimiento monetario suficiente para seguir aportando a la riqueza cultural de la humanidad. Visualizaba la publicación de recursos educativos y didácticos de calidad estética y literaria que recogieran la tradición oral aún viva de su pueblo. Paralelamente, fungía en estos días como profesor en la UNIBOL Apiaguaiki Tüpa, donde había sido convocado por su capacidad y su experiencia.

Inspirado en experiencias exitosas de revitalización de lenguas y en sus padres, Juan Tomichá y Gerónima Chuvé Parapaino, Ignacio aplicaba en su hogar la pedagogía del nido lingüístico (Ferreiro 2006, Dietz, 2019). Desde el núcleo familiar que fundó con su esposa, Triny Alcántara, criaban a su hijo Isai (de 7 años) en un bilingüismo aditivo, con lo que lograron demostrar, en la práctica, que en la vida urbana y en la cotidianeidad se puede fortalecer la identidad lingüística indígena y preservar el desarrollo de sus ancestros. En este sentido, son un ejemplo para la sociedad y para el mismo Estado boliviano, que se llena la boca hablando de plurinacionalidad, educación intercultural y no invierte presupuestos sistemáticos para que esto se manifieste en la cotidianeidad de las familias indígenas que luchan por conservar su patrimonio cultural y lingüístico.

Fue también fundador del programa de Voces Indígenas Urbanas junto a su primo hermano, el comunicador social José Chuvé, en el cual, desde la Radio Santa Cruz (IRFA), desarrollaban programas de difusión de cuentos, cantos, leyendas y tradiciones chiquitanas, así como entrevistas a personalidades en diálogo abierto con otras poblaciones indígenas del mundo, construyendo día a día, desde su autenticidad al hablar, cantar, ser y hacer, el modo en que se puede vivir en democracia, conservando lo propio sin despreciar lo ajeno, admirando lo semejante y lo distinto, experimentando la transculturación natural de la vida y los movimientos de un lugar a otro.

Asimismo, se desempeñaba como divulgador internacional de la cultura chiquitana monkóx mediante conferencias, artículos científicos, reflexiones y exploraciones, como hizo en el programa Semanario Latinoamericano, Red de Universidades Interculturales de Chile y Latinoamérica, la traducción de poemas y cuentos en la obra El despertar del Jichi, el IV Encuentro Nacional de Estudios Lingüísticos y Literarios o el Congreso InternacionalBobikíxh, que él mismo bautizó con esta palabra que significa ‘encuentro, celebración’, del mismo campo semántico que la minga, en el que participan investigadores de varios países. Entre sus últimas intervenciones está su conferencia magistral en el III Congreso de Memoria Oral y Voces de América (MOVA) en la Universidad de Salamanca.

Ñasio está ahora reunido con los Jichis, a quienes él cantaba, recitaba y de quienes recibía su sabiduría y sus conocimientos ecopedagógicos y mitológicos para transferirlos a la niñez y juventud interesadas.

Su muerte tan temprana deja un duelo cultural en la Chiquitania y Santa Cruz, pero deja también un legado inmenso para los estudios interculturales, lingüísticos, filológicos, educativos, sociológicos y políticos.

Su cuerpo fue velado en el barrio el Vallecito, espacio en la periferia de la ciudad de la Santa Cruz de la Sierra donde residentes que provienen de varios pueblos indígenas de la ecorregión chiquitana y guaraní de Bolivia conviven y crean comunidad en el contexto urbano, conservando su ethos y resignificando su identidad cultural.  

Ñasio, los jichis te reciben con alegría; tus amigos y colegas honraremos tu legado.

Argumentación y vida

En el jasayé sobre argumentación y vida nos reunimos para recolectar frutos de la reflexión junto a Cristóbal Holzapfel, quien desde su trayecto por la antropología filosófica y la pregunta por el ser nos acompañó a intercambiar comprensiones sobre el carácter argumentativo que posee toda dimensión simbólica y material de las relaciones humanas.

Puesto que aquel carácter tiene implicancias profundas para el ejercicio de la comunicación, sobre todo hoy, cuando estamos rodeados de medios por los que circula un pensamiento reproducido desde lógicas totalitarias, que impiden ejercitar la imaginación para pensar otros modos de ser.

Se nos hace urgente mirar más allá del orden de las jerarquías semánticas que definen el mundo, para transitar hacia el encuentro de nociones que permitan enlazar comprensiones de otros modos de ser  que nos permitan dialogar en y con el tiempo en el que estamos situados, a ver si ello nos ayuda a conjurar un desarrollo democrático y a ejercitar la ciudadanía, para comenzar a permitirnos ser seres vivientes que no niegan, ni huyen de sus aciertos y errores, sino que los dialogan, para encontrar aprendizajes y transformaciones profundas en las formas de vivir.

Dejamos algunas señas para que recorran el Jasayé en el camino de la vida, para quienes quieran conocer más de nuestro invitado Cristóbal Holzapfel, autor de varios libros, entre algunos: Argumentación y proyección de mundo; De cara al límite; A la búsqueda del sentido; Crítica de la razón lúdica; Aventura ética. Hacia una ética originaria; Deus absconditus; y otros.

Aquí pueden escuchar el diálogo completo del Jasayé:

Diálogo sobre derechos culturales

 Compartimos un ameno diálogo con el gestor cultural Mauricio Banegas, actualmente responsable del Centro Cultural y Biblioteca de la Villa Primero de Mayo en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

El diálogo transcurrió en torno a la experiencia y trayectoria de vida  de Mauricio Banegas, sus logros y desafíos en la gestión cultural y en el sector público, los retos a nivel de marcos legislativos en Bolivia y en Latinoamérica, las precariedades laborales de los trabajadores del sector cultural en esta región del planeta, las vulneraciones y vacíos jurídicos para favorecer a los trabajadores de la cultura en los distintos países latinoamericanos.

Así mismo conocimos las proyecciones y experiencias cotidianas del trabajo de articulación con los colegios y barrios aledaños al Centro Cultural de la Villa primero de mayo, junto a ello, profundizamos la relevancia antropológico cultural y educativa, la trascendencia que tiene el Patrimonio cultural inmaterial para el desarrollo humano, la riqueza de las identidades locales y el patrimonio cultural inmaterial resguardado y vivo, gracias a los habitantes de los diversos municipios del departamento de Santa Cruz, Bolivia.

Ampliamos las reflexiones sobre la falacia de lo intercultural y el desgaste de los discursos plurinacionales por parte de diversos gobernantes en Bolivia, ello en relación con las movilizaciones y naturaleza crítica de la ciudadanía latinoamericana, una ciudadanía experta en luchas y reivindicaciones, tanto en Bolivia como en otros países de Latinoamérica: Perú, Chile, Colombia, Brasil, etc.

Desde la experiencia laboral en gestión cultural del invitado y las coordinadoras del Jasayé se constató que a nivel de políticas públicas de estado y presupuesto para cultura hay un estancamiento que data de más de un siglo, la evidencia está en la ausencia de una ley de Culturas en el país que se jacta de ser inter y pluricultural (Bolivia), el gobierno actual de dicho país no ha avanzando ni un ápice al respecto, y los departamentos y municipios han intentado subsanar desde el alcance de sus competencias autonómicas, algunos vacíos presupuestarios y legislativos.

Aquí pueden escuchar el diálogo completo:

POR UNA DEMOCRACIA LIBERAL Y PLURINACIONAL Una propuesta del politólogo y sociólogo Guillermo Bretel

Compartimos la contribución al pensamiento crítico y generación de ideas de Guillermo Bretel  Politólogo y Sociólogo por la Universidad de Würzburg, Alemania, donde también realizó su máster. Trabaja dando las clases prácticas de filosofía política y metodología de investigación social, además es asesor científico de un diputado en el parlamento de Baviera, donde se encarga tanto del desarrollo de políticas públicas como de la estrategia y la comunicación política. Sus áreas de investigación principal son la ciencia política comparativa/los estudios de sistemas políticos y la filosofía política.

Aquí pueden escuchar el diálogo sostenido con Guillermo Bretel, en el Jasayé sobre reflexiones en torno a la Democracia y los autoritarismos vigentes en el mundo.

Para profundizar el pensamiento de Guillermo compartimos su análisis y propuesta para superar los vicios de la democracia:

En el siglo XVII, Europa veía surgir el pensamiento liberal, el cual –como planteamiento político y filosófico opuesto a las monarquías absolutistas de la época– encendería la llama para una revolución social sin precedentes en el mundo: la Revolución Francesa de 1789. Así, emergería el denominado Estado liberal o República constitucional. El objetivo de esta nueva versión del Estado-nación era la eliminación de todo privilegio basado en el derecho hereditario; en otras palabras, instituir la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. 

Pasaría menos de un siglo para que muchos pensadores percibieran que esta nueva forma de organización política era incapaz de deshacerse de todas las desigualdades heredadas del sistema anterior. El capitalismo no se erigía en igualdad de condiciones, sino sobre la base del capital acumulado por unas minorías a partir de sus privilegios bajo el Estado anti-igualitario anterior. Aunque se había alcanzado una igualdad formal, las desigualdades materiales y de oportunidades anteriores a la República continuaban reproduciéndose y, en este marco, nacería el pensamiento marxista como antítesis del Estado liberal. 

Más adelante, el temor a una revolución comunista obligaría al Estado liberal a hacer concesiones que encaren los problemas de la clase obrera. Entretanto, la experiencia comunista rusa terminó de convencer al movimiento obrero europeo de rechazar el proyecto marxista revolucionario en favor de un proyecto socialdemócrata pacífico y respetuoso del Estado de derecho. Al tiempo que mantenía los fundamentos del Estado liberal, el Estado social de derecho abordaría también las desigualdades perpetuadas por este, dando lugar a una mayor estabilidad y cohesión social. Desde esta perspectiva histórica, Pierre Rosanvallon describe al Estado social de derecho no como sustituto, sino como fase más avanzada del Estado liberal.

En América Latina, el salto al republicanismo se dio, por su parte, a partir del Estado colonial. ¿Y qué ocurrió? Pues que muchas de las desigualdades del sistema anterior también fueron heredadas por la República, por ejemplo, la distribución de la tierra. A pesar de los grandes avances que se dieron en el marco de la República, como el sufragio universal o la reforma agraria, la desigualdad material y de oportunidades de las poblaciones anteriormente excluidas, principalmente etnias y pueblos indígenas, continuaban reproduciéndose en el Estado liberal como herencia del Estado colonial. En respuesta a esta realidad social, nacería en América Latina el plurinacionalismo, cuyo único exponente actualmente –formalmente hablando– es el Estado Plurinacional de Bolivia. 

El proyecto plurinacional puede entenderse, en su filosofía democrática, como análogo al proyecto socialdemócrata, aunque adaptado a la pluralidad de etnias, culturas y poblaciones indígenas que conviven bajo un mismo marco constitucional en los Estados latinoamericanos. Sin embargo, contrario a la experiencia europea pos Estado protector, el único plurinacionalismo llevado a la práctica ha debilitado, más bien, los logros institucionales de la revolución liberal. En Bolivia, el Estado de derecho y la división de poderes viven bajo la constante amenaza de un poder ejecutivo demasiado fuerte, los «checks and balances» son prácticamente imperceptibles, y la democracia se está convirtiendo apenas en una forma de obtención de poder que excluye a las minorías políticas. Evidentemente, se ha avanzado respecto a la representatividad social y política de las diferentes etnias que habitan el territorio boliviano; no obstante, este progreso tiene como precio, al menos por ahora, la instalación de una tiranía de la mayoría, como observaría Alexis de Tocqueville. 

Asimismo, los avances en términos materiales y de oportunidades continúan siendo bastante modestos. En la práctica, las políticas sociales en Bolivia no siguen ninguna de las lógicas de los Estados de bienestar descritos en la tipología de Gøsta Esping-Andersen: de reducción de la pobreza, en el caso liberal; de seguridad social, en el conservador; o de derechos sociales universales, en el socialdemócrata. Las políticas sociales «plurinacionales» siguen casi exclusivamente una lógica clientelista, lo que podría explicar sus tímidos logros socioeconómicos y muestra una relación estrecha con sus tendencias tiránico-mayoritarias.

Partiendo de las consideraciones mencionadas, es fácil encontrar, en las reflexiones habituales sobre el Estado plurinacional boliviano, argumentaciones acríticas en su favor y en su contra; o el plurinacionalismo es inmejorable, o no existe ningún tipo de aporte a reconocerle. De hecho, en base a esta última visión, algunos pensadores proponen regresar al republicanismo. Más allá de reflexiones morales e ideológicas, veamos si esta aspiración es, por un lado, realizable a nivel sociopolítico y, por el otro, deseable a nivel normativo.

En el estudio de las instituciones, existe un factor denominado «dependencia del camino», el cual apunta a la relevancia de las trayectorias históricas y evolutivas de las instituciones para entender los resultados que obtienen en el presente, lo que también se conoce como nivel de rigidez institucional. Visto desde esta perspectiva, retroceder por completo a una constelación institucional anterior se convierte en una tarea particularmente complicada. De hecho, la historia muestra que, una vez sobrepasada la institucionalidad liberal-republicana, ninguna sociedad ha revertido este proceso para volver al Estado liberal, a causa tanto de la rigidez institucional interna, como del carácter simbólico y emotivo que adquieren ciertos avances en la cultura política de una sociedad, a pesar de todas las demás deficiencias que pueda presentar el modelo a nivel general. En los hechos, entonces, tanto institucional como social y políticamente, volver al republicanismo anterior al Estado plurinacional se muestra como una opción poco plausible.

Por otra parte, un factor decisivo para evaluar la calidad de un sistema político es su estabilidad. En sus 184 años de historia, la República de Bolivia se caracterizó por su inestabilidad interna –marcada por una revolución, una guerra civil y una infinidad de levantamientos. En sus 14 años, el Estado plurinacional parece no haber resuelto las fricciones sociales subyacentes; es más, parece alimentarlas. Si bien la diferencia de extensión temporal no permite una comparabilidad óptima entre ambos modelos, la inestabilidad social y política salta a la vista como un claro común denominador. En ese contexto, proponer salir de un modelo de inestabilidad para regresar a otro modelo de inestabilidad constituye una contradicción que, a nivel normativo, difícilmente se deja sustentar. 

Asimismo, se debe reconocer que, aunque el Estado de derecho y la división de poderes fueron mejor cultivados en los últimos años de republicanismo que en los primeros de plurinacionalismo, la inclusión social, la representatividad política y el reconocimiento de las formas de organización de las distintas etnias son un logro del Estado plurinacional. Ahora bien, lo que antes era la invisibilización de los pueblos indígenas, hoy peligra en convertirse en la invisibilización del mestizaje y de las etnias minoritarias. Lógicamente, no se trata de un análisis exhaustivo de los pros y contras de ambos modelos, sino más bien de reconocer que, al igual que viene siendo el caso en el Estado plurinacional, volver al Estado liberal no implica avances en todos los aspectos, sino también retrocesos. 

En este marco, normativamente hay aspectos tanto deseables como indeseables en ambos modelos de Estado. Precisamente esto percibieron las sociedades europeas más avanzadas en la construcción de sus Estados, y cada una terminó adaptando a su contexto una versión específica de Estado social. Eso sí, retroceder al Estado protector o a la eliminación de los avances de la revolución liberal nunca más volvió a ser una opción. Por tanto, haciendo una analogía con el proceso europeo, vale la pena preguntarse: ¿Es viable un plurinacionalismo liberal, es decir, un Estado que festeje y respete su pluralidad étnica y cultural sobre las bases de valores republicanos, como la separación de poderes y el imperio de la ley?

Hoy nos toca mirar hacia el futuro. El Estado plurinacional, con todos sus altibajos, es nuestra realidad. Progresar no es regresar a un sistema con sus propias falencias, así como no lo es ignorar las deficiencias del sistema actual por ser novedoso. Progresar inteligentemente implica mantener lo avanzado y recuperar lo perdido. En ese sentido, quizá la idea del plurinacionalismo liberal nos sirva como un pequeño impulso para empezar a repensar Bolivia hacia un futuro mejor.

Este artículo y otros más puedes leer en el weblog de Guillermo Bretel, para seguir conociendo sus análisis y pensamiento.

Domingo Ábrego Faldin: El promotor cultural y ayudante de profesor en las llanuras de Bolivia

Relatos y trayectorias de vida. “El buenagentismo y patronazgo ha llevado a la precarización de familias y abusos sistemáticos en el campo y las ciudades. La lucha para lograr derechos laborales para profesores y cultores sigue siendo un desafío enorme en Bolivia. Muchos están sin jubilación, sin acceso a servicios de salud digna. No se mueren, el sistema los mata, la estructura asesina a hombres y mujeres de bien.”
Domingo Ábrego con su libro Historia de la Unión de Grupos Culturales, publicado en Co autoría con Zenón Quiróz.
Domingo Ábrego, con su libro: Historia de la Unión de Grupos Culturales publicado en co autoría con el promotor cultural Zenón Quiróz.

Es conmovedor reconocer la tierra adentro que nos vio nacer, los lugares donde el «Estado» no llega porque no le interesa la vida, sabido es que el Estado es una empresa más, que tranza con otras empresas de izquierda a derecha y viceversa, liberales, socialistas, comunistas, etc. el negocio es el mismo, todos finalmente están al servicio de partidos politicos y leyes de moda, para que suceda la justicia de turno, con la cadena de valores vigentes, sabemos que el Estado se dedica a comerciar las necesidades de sus habitantes, como si fueran propias. Domingo en sus crónicas, nos deja las evidencias de esta realidad.

Algunas publicaciones de Domingo, año 2002.

La obra de Domingo, la vivida y la que está escribiendo, adquiere ante mis ojos un valor sociológico, pedagógico y filosófico, es una invitación a preguntarnos si queremos seguir cultivando el centralismo en el modo de valorar los hechos cotidianos, si queremos insistir y romper con el monopolio de los nombres y grandes apellidos, controlando las decisiones sobre qué hacer o no con los recursos colectivos.

Domingo nos invita a un viaje hacia la raíz de nuestras diferencias e inequidades, para encontrar la equidad y ser una sociedad que ha logrado reparar el daño causado por practicar valores que solo beneficiaron a un grupo de personas y dejaron en el desamparo a otros. Domingo nos invita a hacernos la pregunta ¿queremos solidaridad o justicia?, y luego ¿qué justicia y con qué leyes, quiénes escriben las leyes y que jueces deciden?.

Domingo está en pleno proceso de transcripción de su libro de Crónicas (del papel al computador), este artículo que escribo mientras lo leo, es un gesto de reconocimiento y divulgación del trabajo que él hace en silencio, Domingo tiene ya sus años y la vida que le ha tocado deja sus huellas, ayer fue su cumpleaños, lo celebro con esta nota.

Sigo leyéndolo, y pienso que este libro de mi amigo Domingo es una investigación sobre la memoria de su entorno, del mio y de mucha gente, de muchos de los que somos sobrevivientes, desde antes del covid19.

Domingo se aventura en la escritura de realidades adversas, magia, aprendizajes, resiliencia de personas que vivieron en brechas idiomáticas y económicas, pero sobre todo, personas que han salido adelante en la vida con su propio pulso, con su creatividad y buena fe. A estas crónicas, Domingo las ha titulado: Sobre abuela Casta y los últimos bárbaros de la frontera, sigue explorando otros nombres, a mi me gusta este, por eso lo cito.

Este libro denota en su estilo sociolingüístico que Domingo respeta el habla de una época y grupo social, ha comprendido la existencia de personas que vivieron los años aciagos, cuando sus vidas no tenían valor, eran moneda de cambio entre una hacienda y otra, entre un bando político y otro, soldados para una y otra guerra, etc. no había derechos humanos para estas personas, porque la cadena de valores de aquellos años, como diría el filósofo que más leí en mi adolescencia, cuando me daban crisis de asma y estaba en el hospital enojada por haber esperado horas para que me den un nebulizador o me habiliten una camilla, este filósofo me ayudaba a reflexionar mi realidad y la de quienes hacíamos cola en el hospital, y mi madre aguantaba con hidalguía la desidia del sistema, me refiero a Friedrich Nietzsche en su Genealogía de la moral. 

Domingo amplía esta genealogía, nos invita a una acción desde el reconocimiento mutuo, como diría el filósofo Honneth en su libro: La lucha por el reconocimiento, una gramática moral de los conflictos sociales. La vida y obra de Domingo son esa gramática del diálogo, un llamado a la conciencia humana, más allá de las clases sociales y étnicas, una invitación a superar los conflictos éticos.

Domingo desde sus crónicas denuncia lo necesario para mirar de frente los errores y asumir responsabilidades históricas, para subsanarlas y resarcir los daños, en una de sus crónicas escribe Domingo: “los patrones que explotaron a mi madre y padre, a mis familiares, era natural para ellos comportarse así, su día a día era explotar al bárbaro, así nos decían, ellos creían que dar techo y comida era señal de ser buena gente, no darle salario, ni trato humano, era parte del modus operandi y modus vivendi de la alta sociedad de hacienda. ” yo ahora me pregunto: ¿es suficiente ser buena gente?.

Domingo escribe y deja una evidencia de esta genealogía de la moral de hacienda:

                   «Una noche, en la estancia El Guapasal se reunió alrededor de una fogata un grupo del             personal que cuidaba el ganado, mientras que los dueños de las mil cabezas de ganado vivían en la capital, disfrutando del poder político y económico, aunque algunas veces sus nombres se escuchaban por la radio, las noticias los vinculaban con hechos de corrupción; sin embargo, los mozos ingenuos creían que sus patrones tenían muchos enemigos. A su turno, la abuela Ramona, sin tierra, expresó: «De repente nomás ese patrón se hace bien rico ñarpeando (hurtar) ese ‘dorare’ (dólares) verde como hoja de macororó (planta medicinal)». La fogata seguía ardiendo, el sonido nocturno creaba emociones descabelladas en la tropa de nietos de diferentes edades.»

Este libro de Domingo es resultado del ejercicio de transcribir la memoria oral, los recuerdos desperdigados en el tiempo y espacio, las imágenes recuperadas entre una casa y otra, entre una anécdota del vecino vivo, del sobreviviente, del amigo muerto que vive en los rincones del recordis y al que lloras cuando vas a dejarle flores al cementerio, porque sabes perfectamente que no se murió, ¡lo mataron!, el sistema y su brutalidad.

Este es un libro que el promotor cultural y facilitador de aprendizajes y oficios, Domingo Ábrego Faldin nos trae para no olvidar que la historia de cada ser vivo trasciende cuando decidimos en una acto generoso y de compromiso, dedicar nuestras horas de vida a contarla desde las palabras hilvanadas entre el dolor y el coraje, poco a poco, con cariño, Domingo tiene la valentía de legarnos la historia de muchos habitantes que viven tierra adentro, y quedaron en la orfandad con 2, 3, 5 años de vida, que actualmente sigue vivos, sobreviven, gracias a su propia resiliencia y voluntad de vivir.

Domingo expresa en una de sus páginas:

                  «…Se menciona a los originarios como “bárbaros”, por que con este nombre los lugareños han     trasmitido de generación en generación el suceso, no es despectivo ni ofensivo a la comunidad. En El Tuna, actualmente vive un bárbaro que fue recogido en la frontera de Bolivia con Paraguay, zona La Salina, estaba abandonado con su hermanita, eran niños de 2 y 3 años. Al pasar por esa región, de venida a Bolivia, la familia de Amalio Bobadilla los adoptó, la niña falleció de tanto llorar y Manuel, el niño de entonces, vive aún en El Tuna, es uno más de la comunidad, tiene unos 48 años, estudió la primaria, su profesor fue Milton Net, sabe leer y escribir y afirmó: “Me siento boliviano, respeto a grandes y chicos”. Al contar los comunitarios estos sucesos de los bárbaros con cariño y picardía propios de la región, dicen: “Este bárbaro es uno de los que mató a mucha gente, para sobrevivir”, luego se escucha reír a todos. Manuel también se ríe y dice “Fueron otros, yo no había nacido, yo estaba en camino, mi alma no habìa nacido”. Son sucesos que cada comunidad vive y de los cuales aprenden todos, en El Tuna siempre ha sido muy significativo recordar estas historias…»

Gracias Domingo, por tu compromiso y coraje, para escribir la OTRA HISTORIA desde tu magna memoria.

Estamos haciendo las gestiones necesarias para publicar la obra y vida de un sobreviviente de la desidia y el “buenagentismo de las sociedades de hacienda”.

Larga vida a los hombres y mujeres sobrevivientes como Domingo. 

La foto principal de este post es Domingo con su esposa y sus hermanas, año 2022.

El laberinto del sistema educativo en Bolivia

Artículo escrito por: Pablo Carbone Unzueta
Es bien sabido, y para nadie debería ser una sorpresa que una de las finalidades del gobierno de turno es controlar, manipular, asfixiar y mover los hilos del Sistema Educativo Nacional a su antojo; y más allá de cierta retórica y conceptualizaciones rimbombantes que se contradicen unas con otras en el interior de la ley 070 y en los distintos mandatos gubernamentales que emiten autoritariamente, en la práctica se muestran vacías y lejos de concretarse muchas de las ideas pedagógicas de respetables pedagogos de la historia, son usadas para sostener los insostenible: la imposición a la libertad y a las mentes pensantes. 

Sabemos que el verdadero objetivo de los cambios a tropezones y aparentes "nuevas estrategias, nuev0 currículo" apuntan a una politización y burocratización de la práctica docente; dejando de lado las verdaderas acciones que el maestro pudiera realizar si los tiempos y las exigencias administrativas pasaran a un segundo plano y la prioridad fuera educar, formar agentes de transformación social, política, cultural, brindarles opciones para crear la vida que quieren como sujetos de derecho y seres humanos pensantes que son los estudiantes.

El artículo 3 de la Ley Educativa 070 refiere lo siguiente: “El Estado y la sociedad tienen tuición plena sobre el sistema educativo, que comprende la educación regular, la alternativa y especial, y la educación superior de formación profesional. El sistema educativo desarrolla sus procesos sobre la base de criterios de armonía y coordinación”. La sociedad, armonía y coordinación son meros formalismos para aparentar un diálogo que no existe y que en la realidad nos muestra un trabajo áulico supeditado a una serie de papeleos y actividades burocráticas que lo único que han logrado es ahondar mucho más la crisis de nuestro sistema educativo

Hoy por hoy el docente, tanto de Colegio como de Universidad se encuentra en el laberinto de la burocracia, gastando horas y energías en planificaciones tediosas, repetitivas y que responden a criterios ideológicos y ambiguos; cuando debería estar en continua formación y actualización que posibilite responder a las exigencias de este nuevo siglo, cuando debería estar investigando y produciendo textos y recursos didácticos tecnológicos - materiales que se ajusten a las necesidades puntuales de la nueva era y de un colectivo de estudiantes que no reconoce en la escuela procesos formativos idóneos, permanentes y significativos, cuando debería crear y posibilitar proyectos integrales urgentes que despierten en el estudiantado la creatividad y el pensamiento crítico – reflexivo, cuando debería gestionar contenidos y cultura más allá de las paredes del aula o de un establecimiento, cuando tendría que ser el actor principal para el desarrollo de programas educativos,  para la gestión de políticas lectoras y el articulador de procesos para la prevención de un sinnúmero de situaciones de riesgo que aquejan a la sociedad en su conjunto.



La estupidización a la que han empujado al profe, desde la misma Normal de Maestros, desde los cursillos deformadores e ideologizados que impulsara el régimen del Movimiento al Socialismo; la sobresaturación de planillas absurdas, la desconfianza total y plena en el potencial del docente, la subestimación de la inteligencia de los estudiantes, etc. han generado un ambiente tenso, desmotivador y mediocre que tiene idéntica sintomatología en la formación de nuestros estudiantes: escolares que no quieren leer, poco críticos con la realidad, apegados a una nota, a convertirse en un número “graduable, bachillerable”.

La creatividad intenta ser cercenada por contenidos curriculares impuestos por un régimen, les quieren quitar la posibilidad de agencia política para transformar sus realidades, los limitan a memorizarse datos históricos y literarios erróneos o incompletos, y presentarse, de forma mecánica en libros y trabajos improductivos; por lo tanto, destinados al olvido y el desuso.

Toda esta radiografía no es azarosa, responde a una única intención: visibilizar lo que en los últimos años ha venido agravándose: burocratizar al profe e idiotizar a los estudiantes, para que no piensen, no propongan y no cuestionen; por ende, quieren ciudadanos dormidos, cómodos y pasivos, jóvenes manipulables. Esa es la verdadera finalidad de ejercer un control total de todo el Sistema Educativo Nacional.

No lo lograrán, porque la creatividad de la juventud y el profesorado que no está sujeto al sistema únicamente, van entregando respuestas, opciones educativas que son globales y a la vez locales, hay esperanza fuera del sistema educativo regular del actual gobierno de Bolivia.

El desafío es enorme, porque lo más lamentable ocurre cuando todo este verticalismo se traslada a relaciones jerárquicas e institucionalizadas. Ellos lanzan la "forma original" e inmediatamente se establece un “modus operandi” que cruza a los demás actores de la educación, dejando como saldo un adoctrinamiento que imposibilita lograr lo que esa misma ley plantea: “transformar una sociedad, desde la participación y los consensos, sin limitación y condicionamiento alguno”, como decía al inicio, es una ley con mucha retórica, contradicciones internas e incoherencias, claro está el refrán: “Hecha la ley, hecha la trampa”.

La paradoja del Pueblo latinoamericano

La paradoja del Pueblo latinoamericano es que somos parte del escenario existencial del antropoceno, habitamos en medio del orden global hegemonizado por occidente interpretando un guion sociocultural con el que nos enfrentamos a límites y posibilidades para cohabitar entre alteridades.

En tales condiciones es preciso preguntarse, ¿cómo se practican las interacciones lingüísticas del pueblo en nuestra época?, ¿cómo se desarrollan las interacciones sociales actuales?, ¿cuáles son las construcciones sociopolíticas que han estructurado los estados nacionales en la región latinoamericana?

Sobre todo, considerando que en nuestra región los modelos sociopolíticos no han surgido desde las realidades locales, si no que corresponden a construcciones de sentido propios de la cultura occidental moderna que fueron impuestas por medio de la colonización. Tales preguntas nos llevan a mirar el desarrollo histórico de los espacios discursivos y participativos latinoamericanos, como estructuras desacopladas, que son insuficientes para a sustentar el desarrollo de una ciudadanía substancialmente política.

Existe una suerte de condena regional a seguir principios de acción mercantilistas, fundados en la promesa occidental moderna de progreso, que fue importada e impuesta en Latinoamérica, en ausencia absoluta de un demos regulador de las decisiones políticas por un Estado cuyo sentido ha sido administrar y perpetuar una dependencia económica y cultural de aquello llamado pueblo latinoamericano.

No podemos ignorar que la instalación del orden social en Latinoamérica, impuesta desde una dominación cultural e histórica, ha determinado las interacciones lingüísticas sin fomentar la constitución de una sociedad civil con capacidad de influir en la administración o el ejercicio del poder. Lo cual, ha limitado la posibilidad de establecer relaciones de colaboración social, ya que esta imposición de orden no ha hecho más que naturalizar desigualdades y precariedades, promoviendo la competencia y limitando la participación ciudadana a “procedimientos de participación política”.

Sumado a ello, la cuestión de la Modernidad en América Latina y su instalación ha configurado una organización sociopolítica tensionada por significados culturales censurados y colonizados por semánticas extranjeras, que no han permitido legitimar las realidades locales. En otras palabras, no se ha podido generar legítimamente una comprensión de las interacciones sociales, porque se desarrollan con lógicas que son instrumentalizadas en pos de un telos político que se ha reducido a generar crecimiento económico bajo las recetas mundiales que hoy además son contenidas por un espacio virtual.

Desde el que, como si fuera el mundo inteligible de los griegos, se definen a priori las experiencias humanas insertadas en una temporalidad dicotómica que avanza hacia el progreso, entre continuidades y cambios, usando categorías generales y abstractas que han terminado por contradecir las construcciones de los procesos de producción y limitar las posibilidades de construir colaborativamente una identidad local que sea capaz de enfrentar en corresponsabilidad las problemáticas particulares que afectan al demos latinoamericano.

Para profundizar un poco en ello, revisemos algunos de los detalles, hechos, movimientos, relaciones, procesos y/o estructuras sociales que preceden a nuestra época, con el fin de visualizar las tensiones y relaciones que sostienen, en articulaciones asincrónicas y diacrónicas, los marcos simbólicos de la acción comunicativa en el desarrollo de las naciones latinoamericanas.

Ya en la génesis de los estados nacionales, los habitantes de la región experimentaron la gestación de su organización política desde la imposición de un modelo normativo occidental, que redefinió los procesos socioculturales configurados por la colonización, el control borbónico y el centralismo de las oligarquías criollas, pero mantuvo las estructuras de poder excluyente, basadas en el linaje y el prestigio, sin incluir, ni representar a todos los miembros de la sociedad.

La fuerte dependencia del Estado que tenía la cultura hispano criolla que no se acopló con las civilizaciones originarias de América, generó procesos de organización política implantando ideales civilizatorios en la imposición del orden social, en esta génesis no existió un pueblo forjador de sus derechos.

Por el contrario, el pueblo latinoamericano con calidad de ciudadanía fue encarnado por sujetos con ascendencia europea, que se instalaron en la región imponiendo un orden sociopolítico que excluyó desde su origen a las etnias originarias, quienes no fueron sujetos de derecho y por lo tanto no fueron considerados como parte de las necesidades administrativas contempladas en las decisiones políticas.

Dicho de otro modo, Las naciones estado de América Latina van en contra de los principios originarios que le dieron sentido al Estado como ente protector y regulador de las necesidades de un pueblo; ya que este se configuró por un principio de organización exógeno que se impuso a partir de la exclusión de sujetos que fueron abandonados a su suerte, bajo condiciones que fueron generando un sentimiento trágico en la construcción de la identidad de América latina.

Y un descontento que no ha logrado superar las frustraciones causadas por los ideales políticos que dirigieron la transformación de la sociedad tradicional, agraria, exportadora y dependiente; hacia la sociedad urbana industrial de los estados nacionales.

Como plantea Germaní (1971), en el origen de los estados nacionales de Latinoamérica ocurrió una resocialización en la que se configuraron nuevos esquemas perceptivos y nuevos espacios de cotidianeidad debido a la necesidad de reacomodar las costumbres, las normas y las leyes, causada por los procesos de urbanización de la sociedad, lo que provocó una desarticulación perceptiva de los modos de vida de sujetos que sostenían diversas matrices valóricas y pragmáticas.

De este modo, tanto criollos, como indígenas y mestizos, debieron adaptarse a la imposición de categorías y vínculos socioculturales definidos por la inmediatez de la producción económica en una organización social compleja que generó una transformación semántica de las relaciones sociales. Así mismo, los valores urbano-industriales se instalaron, entre rupturas y destrucciones de las configuraciones culturales tradicionales, con un discurso que legitimó la dominación y fue modificando definitivamente las relaciones sociales y de producción.

Y así se llegó al siglo XX, cuando surgió una emergente dinámica social que, bajo preceptos anti imperialistas, generó una necesidad psicológica colectiva de independencia y autonomía de acción frente al exterior, pero también frente a las excluyentes políticas oligárquicas internas. Que se expresó en exigencias de democratización y de mayor participación colectiva, con un volumen que fue moderado por los bruscos cambios generados en el desarrollo del capitalismo y la modernización de los dependientes países de Latinoamérica.

Estas exigencias, que cobraron mayor fuerza después de las crisis de la segunda guerra mundial, fueron organizadas a través de discursos políticos que manipularon la comprensión de sus conflictos con las excluyentes políticas oligárquicas, utilizando una retórica que mantuvo la estructura del poder estatal; mientras se apelaba al sentimiento de nacionalidad con un universo simbólico que legitimaría la articulación del Estado Nación, desde el control y la proyección de patrones autoritarios arraigados en el inconsciente colectivo de latino américa.

Con lógicas y modos de acción que no democratizaron la sociedad, si no que mantuvieron la relación vertical de una estructura social que en todos sus niveles experimentaba incertidumbre, se ofreció la ilusión de una cohesión social. Pues, aunque se proclamaba la necesidad de generar vínculos entre los sectores medios emergentes y los sectores industriales, el orden continuó siendo excluyente.

Al centrarse en lo urbano, la población indígena y rural tampoco fue considerada en las decisiones políticas, estas se enfocaron en desarrollar una reelaboración de las estructuras y atribuciones del Estado, con las cuales se redefinieron las relaciones sociales y económicas nacionales como relaciones de producción capitalista.

De esta manera, el modelo populista y su discurso político entregaba al pueblo latinoamericano la ilusión de un gobierno nacional efectivo y transversal, lo que permitió la articulación del Estado Nación, manteniendo el control y la proyección de patrones autoritarios arraigados en el inconsciente colectivo de Latinoamérica.

Es un hecho trascendental, que debido al rechazo que provocaba la oligarquía por sostener la dependencia económica de los imperios, fueron integrados nuevos dirigentes para generar la ilusión de nuevos vínculos sociales. Ya que estos nuevos representantes populares, en lugar de abrir espacios de integración y participación ciudadana, se dedicaron a estimular un compromiso afectivo, emotivo y de admiración.

Gracias al que embistieron un liderazgo carismático, con un seductor universo simbólico que apelaba a la subjetividad emocional para encausar la emergente insatisfacción social, sin generar espacios de intersubjetividad para la construcción de pensamiento crítico, ni fomentar la expresión ciudadana de una identidad local; y por lo tanto, sin posibilitar una transformación radical del orden institucional.

A ello se refiere Valenzuela (1991) cuando señala que en Latinoamérica el sujeto político no se constituyó históricamente desde sí mismo, sino que se creó desde una otredad encarnada en liderazgos políticos que representaban valores de los que se podía participar gracias a la dirección de un guía, pero que no le eran propios. Este guía-caudillo cumplía la función de iluminar la ruta apelando a principios de trascendencia no discursivos que, sin pretender generar entendimiento o reflexión intelectual, apelaban a una sensibilidad conmovida por la ilusoria promesa de una relación recíproca entre sociedad y Estado.

Con tal esperanza, la acción ciudadana de las masas fue constreñida por la fidelidad política a un modelo que organizaría el mundo para ella, sin generar ninguna vía de construcción intelectual autónoma y sin dar espacios para el desarrollo de una identidad cultural con sustancialidad política.

Por estos y muchos otros detalles históricos y antropológicos, los procesos de Construcción identitaria, tanto sociales como individuales, en Latinoamérica se gestaron sobre una ficción que encerró las interacciones sociales dentro de una narración transmitida por líderes que, apelando a factores emotivos, instalaron patrones de sentido común sobre la libertad y el bienestar social, sin generar espacios para la participación y la deliberación ética de los gobernados. En definitiva, el pueblo se convirtió en una especie de Frankenstein con síndrome de Estocolmo.

Ahora bien, el desarrollo histórico de las relaciones de poder que este modelo político generó, fue transformándose hasta llegar al siglo XXI, como señala Panizza (2008), donde el soporte de los líderes populistas se basa en un mecanismo democrático, que ya no funciona sobre una masa sin sustancialidad política.

En su texto titulado “El retorno del pueblo. Populismo y nuevas democracias en América Latina” el autor plantea que, desde finales del siglo XX surgieron nuevos requerimientos ciudadanos, ante los que la política latinoamericana ha respondido con retoricas que adecuan su contenido de acuerdo a donde estén orientados sus mensajes. Es decir, se articulan transformando sus contenidos de acuerdo a quienes sean dirigidos, para seguir manteniendo las bases históricas de dominación políticas; tanto horizontales como verticales de los diversos, pero limitados, actores sociales que son parte de los procesos de globalización.

En estos procesos se han transmitido los ideales de Democracia, que actualmente se están estrellando frente la emergencia de incorporar nuevas formas de participación social, que contengan la expresión de una ciudadanía que ya no soporta el orden de las decisiones políticas del liberalismo económico, como la descentralización del poder y el fomento de la privatización, que han desatado una serie de problemas ambientales, económicos y sociales en la actualidad.

Además, la dislocación entre lo local y lo global, ha generado una desconexión entre las políticas sociales y las necesidades de las comunidades locales en las que se imponen conocimientos y modos de acción con desacoplamientos entre la organización de políticas formales, la realidad local y los entendimientos sociales instalados por la cultura moderna.

En tales circunstancias, la acción de los movimientos sociales ocurre desde la promoción organizada de una participación, definida y limitada por imperativos universales generados por comunidades epistémicas que Mayer (1997), describe como construcciones culturales sobre sociedades imaginadas que por no considerar los niveles o requisitos de desarrollo de las realidades locales, ni planificar políticas culturales que fomenten la creación de campos de acción comunitarios para organizar comportamientos, perpetúan la expansión y difusión semántica de las organizaciones modernas replicando isomorfismos culturales aun en la era de la globalización.

A estas alturas, vale la pena recordar a Lechner (1990), quien desarrolló la idea de la “paradoja Democrática” en la que, basado en el hecho de que las sociedades latinoamericanas están determinadas por un orden segmentado, planteaba que la democratización latinoamericana se había establecido dentro de una tensión entre modernidad y modernización, desde la cual Latinoamérica intentaba integrase al dinamismo económico trasnacional con una inevitable desintegración nacional.

Puesto que, la adaptación del modelo democrático se ha hecho, además, sobre un déficit institucional que al asumir las recetas globales de modernización ha terminado por generar la exclusión de amplios sectores sociales que se ven marginados de participar de los beneficios que ostentan las elites culturales que, al acoplarse a los valores trasnacionales, establecen abismantes distancias culturales entre privilegios y desprotección. A ello se refieren Bresser y Cunill (2001) cuando señalan que:

“la propia separación de las denominadas “ciencias sociales” refuerza el abordaje unidimensional, y por ende sesgado, de los problemas sociales y asienta la dicotomía entre lo político y lo económico que permite que cada uno transite por caminos distintos al punto tal que pueda aflorar la paradoja de “más democracia” junto con “más exclusión económica”. Recuperar la política para la economía es, en este sentido, un desafío a futuro. Otro de singular importancia es la superación del paradigma tradicional del derecho que establece una distinción y separación profunda entre las nociones de lo público y lo privado” (p. 22).

Ahora bien, volviendo a Lechner (1990), podemos establecer que esta escisión de los ámbitos institucionales en Latinoamérica se debe a que la modernización ha asumido como vía natural la ofensiva neoliberal, la cual ha incrementado las desigualdades disfrazándolas como un problema pasajero y meramente económico.

Como señala Arditi: “el pensamiento liberal da origen a un esquema tripartito Estado, sociedad política y SC [sociedad civil] en el que los dos primeros términos forman parte de una esfera de la política compuesta por el gobierno, el legislativo, las elecciones, las relaciones entre partidos políticos y las relaciones gobierno-oposición, mientras que el tercero la sociedad civil, termina siendo percibido y tratado no como una Cenicienta de la política sino más bien como un terreno externo o al margen de ésta”(2004. P. 10).

De esta manera, en la administración política se ha terminado por justificar la desigualdad como el mal menor de la modernización a la que no se puede renunciar y ello se intenta adecuar a los valores de una racionalidad normativa que promete una recompensa futura de movilidad social. En definitiva, es posible plantear que los procesos modernizadores disolvieron los lazos tradicionales, apelando a la ilusión de una política que estaba al servicio de un principio de integración social, desde la cual se resignificaron los lazos en torno a procesos de producción que le dieron categorías económicas a su valor e instalaron la competencia y la codicia en el ambiente.

Donde se ha configurado un clima cultural dicotómico que oscila entre la apología del consenso y la descarnada lucha entre el bien y el mal, en el cual la modernidad ha resultado precaria o tardía, tanto para comprender y contener la diversidad de los intereses, así como para concebir espacios donde afrontar creativamente los conflictos sociales.

En conclusión, existe una relación entre institucionalidad y cultura política a partir de la cual la Democracia se limita a ser un modelo representativo que intenta promover el consenso entre el bien y el mal, prometiendo la erradicación de éste último en el futuro, así, se genera la contención de la frustración social a modo de postergación de la satisfacción de las necesidades de los más vulnerados de la sociedad.

Con procesos políticos, en los que “además de la dicotomía públicoprivado, la oposición entre guerra y paz, comunidad y sociedad, autocracia y democracia y, claro está, estado de naturaleza y estado civil, no es posible comprender el sentido de uno de los términos de una dicotomía sin remitirnos simultáneamente al otro (Bobbio, 1989: P. 39). Con esto sugiere que la pureza conceptual es, en el mejor de los casos, cuestionable, pues cada término dentro de una dicotomía está siempre contaminado por la presencia del otro”. (Arditi. 2004. P. 1 y 2)

Tales tensiones, son constreñidas actualmente por un discurso político que actúa como una hoja en blanco o como un recipiente hueco que va generando un eco que retorna en una recuperación trastocada y distorsionada por ruidos estáticos, de múltiples formas preexistentes de identificación que le dan forma de archipiélago al espacio público, donde el pueblo es un receptor pasivo activo de la producción de voces que van llenando la hoja con reinterpretaciones y redirecciones semánticas, manipuladas por la voluntad del líder.

Como plantea Arditi (2004) “podríamos pensar en este nuevo escenario como un esquema tripartito, una suerte de archipiélago en el que cohabitan por lo menos tres ámbitos de la política. A uno lo podemos denominar ciudadanía primaria, por su antigüedad y por su peso específico. Se refiere al formato liberal clásico de la política como representación político-partidaria. A otro lo llamaremos segundo circuito de la política o ámbito de la ciudadanía secundaria, que se refiere al quehacer de movimientos y organizaciones de la SC.

Y al tercero lo podemos denominar ámbito supranacional, que engloba las iniciativas de activistas globales que buscan universalizar los derechos humanos, pero también regular la acción de conglomerados empresariales trasnacionales y de organismos multilaterales cuya acción de momento escapa al escrutinio público” (P. 17).

Existe un excedente simbólico que el discurso político no es capaz de cobijar, en tanto no busca promover en la participación ciudadana el desarrollo de capacidades que le permitan transformar las instituciones, ni acoger formas extrapartidarias de movilización como parte de la política. Esta valoración se ha impedido en Latinoamérica, debido a la radicalización de la separación entre el espacio social y el espacio político, y a que las acciones políticas históricamente fueron ejercidas sobre una masa que, por carecer de acción discursiva, de acción metódica y de información sustancial; resultaba incapaz de asumir la emergencia de elaborar re significaciones en torno a la ciudadanía y encontrar un espacio legítimo para ejercerla en ese sentido resignificado.

Sumado a ello, esta concepción de la política de la tradición liberal-democrática que fue impuesta por los modelos populistas, no ha fomentado la acción colectiva ni dentro, ni fuera de la esfera político- partidaria en los territorios nacionales. Y, a pesar de que el populismo de inicios del siglo pasado pretendía una ruptura total con el orden existente, debido a su postura anticolonialista que exigía un nuevo principio que revolucionara la política, hoy la situación es diferente.

En primer lugar, la masa no atraviesa procesos de resocialización o urbanización, pues ya tiene en su trayecto crisis políticas, problemas económicos y sociales que han generado un rechazo del modelo neoliberal y la exigencia de una reinstitucionalización del orden social, como respuesta a la evidencia de la corrupción de los partidos políticos que no han generado una fuerza reflexiva sobre las reformas neoliberales que terminaron jibarizando al Estado y empobreciendo al pueblo.

A partir de este sentimiento de rechazo al liberalismo, que ha creado pequeñas y grandes rupturas sociales, los discursos populistas de los líderes de partidos siguen ocupando su tribuna para denunciar a sus opositores durante los periodos electorales, sin sostener discusiones en torno a las problemáticas condiciones de desarrollo social. Lo cual termina poniendo en evidencia la pobre calidad de la democracia actual, puesto que los discursos no se pueden reducir a los procesos electorales, sino que deben ser tribuna para la participación ciudadana.

Además, si tomamos en cuenta que a fines del siglo veinte la abstinencia electoral aumentó considerablemente encontramos otro límite a la representación que pretende el líder populista, que va en contra del impulso fundacional del Populismo, puesto que la participación electoral baja evidencia la falta de competencia institucional para generar participación popular. Ya que esta se difunde solo como ilusión de ruptura y política de revolución permanente, que se diluye en el orden institucional existente.

De esta manera, en estas nuevas circunstancias de manipulación la política populista intenta equilibrar movilización y gobierno, para que funcionen juntos o alternados como superficies de inscripción. Lo cual de una u otra manera viene a legitimar el hecho de que las organizaciones sociales, retienen grados significativos de autonomía que impiden la sumisión total al líder y determinan sí la identificación del líder con el pueblo es absoluta y abarcadora.

El líder político actual tiene una nueva investidura institucional, basada en principios republicanos de gobiernos que ostentan una universalidad temporal y provisional. Que se va dibujando en una acción de liderazgo que es una hoja en blanco desde la que se generan ecos que retornan trastocados y distorsionados por ruidos estáticos, de múltiples formas preexistentes de identificación, de las que el pueblo es un receptor pasivo activo de comprensiones que son redirigidas por el líder a fin de encontrar apoyo electoral, sin que ello potencie o incentive el dialogo social.

En definitiva, las configuraciones político-sociales que tensionan y limitan el despertar de la sociedad civil latinoamericana mantienen deformaciones profundas, ante las que se requiere construir una dinámica panorámica y comparativa del cambio social, para entender las particulares distorsiones que sustentan su funcionamiento y las diferencian del proceso europeo.

Al respecto, la literatura especializada insta a establecer un sistema de autoridad política plural, que relacione las responsabilidades del Estado, del Mercado y de las organizaciones públicas no-estatales, para trabajar en el logro la satisfacción de las necesidades colectivas. Debido a que existe un ciudadano que ya no se guía por sistemas de lealtades estructuradas por partidos y líderes tradicionales, a partir del cual ha aparecido un nuevo rol político y social cubierto por un universo conceptual ambiguo y polémico, que no sirve para afrontar el vacío del espacio público y la tecno economía de la información, en el que:

“Las concepciones del desarrollo no sólo se mueven muy rápidamente, sino que deseo llamar la atención que toda su institucionalidad y bases conceptuales están organizadas para impedir que abordemos los problemas que eso acarrea. Aprovechamos cada vez más recursos naturales, a ritmos más vertiginosos, y somos incapaces de reconocerlo. Las advertencias sobre el próximo agotamiento de recursos no renovables o sobre el desplome de poblaciones animales o vegetales por sobreconsumo, son sistemáticamente ignoradas. Los humanos no sólo están acelerados, sino que producen una cultura del desarrollo que activamente les impide comprender que están en una carrera desbocada”. (Gudinas. 2015. P.3)

La única conclusión posible de estas líneas es que, es imperioso hacernos cargo de la paradoja que impide el empoderamiento de nuevos actores sociales, mientras los impulsa entre dislocaciones de procesos democratizantes con valores modernos.

Por ello, en el cierre de este artículo, se establece que los marcos simbólicos de la acción social y de las relaciones de los sujetos, necesitan una reformulación axiológica profunda, y una reconstrucción antropológica y filosófica de los campos de acción, que permitan participar en un escenario sin parangón histórico.

Debemos asumir la emergencia de una reestructuración axiomática que derribe las dicotomías conflictivas y abra paso a los consensos entre los diferentes actores del espacio público. Para ello es imprescindible evaluar los ideales que se extienden como recetas universales en nuestra región y asumir una conciencia histórica y local, que asuma la necesidad de dialogar sobre la realidad y abandone los isomorfismos de las sociedades imaginadas por quienes dirigen las dinámicas globales.

Referencias bibliográficas:

  • Altamirano, Carlos y Dinamarca, Hernán. (2000) “Después de Todo…” Ediciones B Chile S.A.
  • Escobar, Arturo. (2013) “Transiciones: Un espacio para la investigación y diseños hacia el pluriverso”. Propuesta de trabajo. Dpto. de Antropología. University of North Carolina, Chapel Hill. • Gudynas, E. (2009), “Ciudadanía ambiental y meta-ciudadanías ecológicas. Revisión y alternativas en América Latina”, en Reyes, J. and Castro. E. (eds.), Urgencia y utopia frente a la crisis de civilización. Guadalajara: Universidad de Guadalajara y Ayuntamiento de Zapopan, pp. 58-101.
  • Laclau, Ernesto, “La razón populista. México”, FCE, 2006.
  • Lechner, N. (1984). “La Conflictiva y Nunca Acabada Construcción del Orden deseado” Ciudad país: Editorial Flacso. “¿Son compatibles Modernidad y Modernización? El desafío de la Democracia Latinoamericana”. 1990. “Las transformaciones de la política” (1996)
  • Meyer. John W. et al, (1997) “The Structuring of a World Environmental Regime, 1870– 1990” International Organization 51, 4, Autumn 1997, pp. 623–51
  • Mouffe. Chantal, (2009) “En torno a lo político”. Luciano A. Carniglia. Traducción de Soledad Laclau, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
  • Panizza, Francisco (2008) “Fisuras entre populismo y democracia en América Latina”, en Carlos de la Torre y Enrique Peruzzotti (eds.): El retorno del pueblo. Populismo y nuevas democracias en América Latina, Flacso, Quito
  • Sandel Michael J. (2013)“Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado” Penguin Random House Grupo Editorial España.
  • Vargas-Cullell, Jorge (2011) “La calidad de la democracia y el estudio comparado de la. democratización”, Revista Latinoamericana de Política Comparada, Vol. 5, Quito.

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